Una de las acepciones para el término “lujo” de la RAE es la de aquéllo de “elevada categoría, excelencia o exquisitez que posee algo por la calidad de las materias primas empleadas en su fabricación, sus altas prestaciones o servicios” y no se nos ocurre nada mejor que la asociación a esta palabra para una de nuestras últimas propuestas: Ossian Dos Inviernos.
Y no es que queramos dotar a esta armonía de una connotación materialista sino todo lo contrario. Para nosotros, el lujo es algo que no se puede pagar sino que se obtiene por unos vínculos emocionales tan intensos que crea momentos únicos, efímeros y especiales. En nuestra memoria aquello que podemos asociar al lujo, casi siempre, está ligado inmaterialmente a momentos; generalmente compartidos, envueltos de una atmósfera privilegiada no tanto por aquello que disfrutamos sino con quién lo disfrutamos.
Y ese es, precisamente, nuestro objetivo: democratizar ese lujo. Hacer accesibles ciertos elementos para crear instantes de lujo compartido, pasajeros, pero, a su vez, memorables.
Ossian Dos Inviernos
Por ello, el habernos encontrado con Ossian Dos Inviernos hace un par de meses nos ponía en la tesitura de qué hacer con este regalo de la naturaleza. Apenas unas pocas botellas que contenían lo que entendemos como un tesoro. Una materia prima que se alió con la naturaleza para entregarnos un vino elaborado al estilo de los Auslese alemanes o austríacos, pero llegado desde la pequeña constelación de parcelas segovianas. Una eventualidad climática en forma de podredumbre noble o Botrytis cinerea de una pequeña parcela de viña vieja hecha vino.
Un vino que dormía en un pequeño rincón de Ossian desde la vendimia del 2014 en un acto de generosidad; como un legado que merece ser disfrutado después de que el tiempo haga su trabajo. Un Ossian Dos Inviernos que nos conmovió nada más descorcharlo: con los registros varietales de la verdejo acentuados por la complejidad fascinante de una putrefacción noble, algo casi imposible de ver en esta zona.
El mejor homenaje para un vino de esta altura fue dotarle de un acompañamiento sólido. Crear uno de nuestros ‘momentos’, en dos bocados. Su nombre, Dos Inviernos, nos evocaba a ese frío extremo de la campiña segoviana, a la congelación, a un territorio helado.
Para presentarlo, dos cucuruchos rellenos de toffe con helado de yogur y granos de maíz que simulan la textura de esas uvas afectadas por la Botrytis. Y, para rematarlo, nada más puro e intenso que unas lías propias de Ossian que recogimos en Nieva; un elemento único y diferencial que hace de este postre un momento efímero y que durará hasta que esas pocas botellas se terminen.
Un lujo entendido como algo que el dinero no puede pagar; algo que no se vende, sino que se comparte. Un lujo emocional tan lejano y a la vez tan cercano que nos permite contar historias de armonía entre lo sólido y lo líquido bajo el hilo conductor de un relato tan intenso como potente: el tiempo compartido.